viernes, 14 de marzo de 2014

INTERROGANTES Y GRANDEZAS DEL NARANJA

No viene el lobo, pero sí Matanzas y esto huele a movimiento de final, aunque no lo sea. Se adelanta que los ánimos están caldeados, que es de inocentes pretender que desde el 18 de junio de 2013, el día que Villa Clara fue campeón, los papeles con los cocodrilos están en orden.
Como recuerda un personaje célebre, hasta el último out de la Serie 53, el título de campeón está en la camiseta blanquinaranja. Dígase el ¡Play ball! y disfrutemos.


miércoles, 26 de febrero de 2014

RETAZOS DE UNA CIUDAD...


Sagua la Grande, la villa del Undoso. Puente del Triunfo


Sagua la Grande, la villa del Undoso. Puente del Triunfo
Sagua la Grande, la villa del Undoso. Joyas arquitectónicas olvidadas. Banco español

Sagua la Grande, la villa del Undoso. Joyas arquitectónicas olvidadas. Banco español



Sagua la Grande, la villa del Undoso.

Sagua la Grande, la villa del Undoso. Joyas arquitectónicas olvidadas.



Sagua la Grande, la villa del Undoso.

Sagua la Grande, la villa del Undoso. Joyas arquitectónicas olvidadas.

Sagua la Grande, la villa del Undoso. Joyas arquitectónicas olvidadas.

jueves, 20 de febrero de 2014

AL BORDE DEL CAMINO

Yo estaba al borde del camino. Había pasado tanto tiempo, que ya ni recordaba cuándo me había hecho el primer rasguño. En aquella avenida la gente pasaba como pasan las aguas por la alcantarilla que queda justo debajo de mis nalgas. Caminaban absortos, con cara de bobos o de hombres con mucha preocupación, pero cara de tristes, de estar ahí porque la inercia los lleva en el ir y venir de una calle. Pasaban delante de mí como dos corrientes en un río loco de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, como si la avenida fuera estrecha, pero era tan amplia que siempre esperé que alguno la atravesara en diagonal. Me fui con las ganas, porque nadie se dio cuenta nunca que allí no existía señal que dictara como debían caminar los transeúntes. A veces yo no veía, pero no me hacía falta. Tampoco me creía como el ciego de la orilla del camino, pero para la gente yo era invisible. Fue un día de esos, cuando yo estaba con un telón blanco delante de la cara, que aunque no lo vi, lo sentí llegar. Alguien finalmente, había caído fuera de la avenida, por un tropezón, por casualidad, para pedir botella. Pero esta vez el motivo de que un humano hubiese salido del horrible camino, fue una antimonotonía. Esta vez alguien se había bajado del camino por mí.

Sentí ganas de aullar, pero no sabía si era bueno armar tal aspaviento, y si pasaba la vergüenza de que siguiera de largo, quizás por otro camino. Pero lo sentí cerca, lo puede oler, pude sentir calor. Estaba justo delante de mí. Se arrodilló en la tierra por mí, me miró, y esto lo pude ver porque la emoción me dejó ver la figura. Su mano me rozó, creo que hasta me acarició. Ya ahora lo sé pero en aquel tiempo no sabía aún qué era una caricia. Dejaba de ser el invisible de la orilla del camino. Alguien me había visto, se había bajado y estaba rodilla en tierra por mí.

-Dime, ¿qué quieres que haga por ti?-dijo con voz misericordiosa.

-Quiero que me abraces y me lleves contigo, a donde quiera que vayas te seguiré- con mi pensamiento le dije porque hasta el momento yo no puedo hablar. En aquel tiempo me faltaba la vista por ratos, creo que era el hambre porque nunca más me pasó, pero el habla, para eso si no estoy hecho.

Desde ese día dejé de frecuentar la avenida, se me curaron los rasguños y ya camino derecho porque los golpes también se me borraron de la piel. Creo que estoy hasta más lindo. Terminé siendo un perrito de sociedad. Dime ¿qué quieres que haga por ti?

lunes, 6 de enero de 2014

LOS LEONES ESTÁN DE MÁS…

Me pregunto si estaremos viviendo en la selva, donde no existen normas como la honestidad, la vergüenza, el decoro, la honradez y la sensibilidad ante los problemas de los demás.

Me quedo confundida por lo que en mi sociedad veo y me pregunto dónde ha quedado la educación que caracterizaba, en los campos cubanos, aquellos guajiros de botas enfangadas que al llegar a sus casas lo primero que te brindaban era su hospitalidad y un caluroso: «buen día».

Hoy repasamos algunos sectores de la sociedad cubana y percibimos una pirámide que se escala sin importar por encima de quién y a costa de qué.

Se están extinguiendo las amabilidades, los rostros agradables. Todos quieren ser los mejores dentro de su círculo; clasificar como el que más tiene, el que más ostenta.

Si decidimos gastar nuestro sacrificio en una tienda recaudadora de divisas encuentras, con excepciones como toda regla, del lado de allá del mostrador la cara larga de alguien que no tiene la menor complacencia en atenderte. Si le preguntas, no te contesta. Si le vuelves a preguntar, no te contesta. Más tarde te recuerda, levanta la vista tranquilamente y te responde fulminante, casi sin mover sus labios.

Solo si un billetico rodara por el mostrador, esa cara se convertiría en cara de Pascua, en toda dulzura y hasta te llevaría a probarte cada una de las ofertas que tiene en su mostrador.

En las candongas podrás encontrar, como dijera una colega, desde una horquilla hasta un elefante, a veces productos que buscaste a precios muy bajos en las “shopping” y que te dijeron: «ya se nos terminó». Sin embargo, en ese sitio mágico hay variedades del mismo, al triple, al cuádruple del precio y cuando llegas ante el vendedor, desesperada, porque es lo que necesitas, te repite con su rostro muy calmado: «si no te cuadra ese precio, pues no compres».

En las guaguas funciona la ley de la selva. Los hombres viajan sentados, haciéndose los dormidos o de cabeza fuera de la guagua para no ver a las mujeres, ancianos, enfermos que, de pie, van a su lado. Es penoso. Aunque siempre hay alguien que los llama y les hace pasar la pena para que entre refunfuños le ceda su lugar a ese que lo necesita más que él.

Lo más sensible creo sucede en las farmacias, donde ciudadanos inescrupulosos citan a todo su árbol genealógico en la cola del viernes, día en que venden los medicamentos distribuidos el jueves, para encubrir el verdadero pacto que mantiene con las empleadas, las cuales le venden los fármacos que luego comercializan con plena libertad en las viviendas de sus vecinos. Detrás, hombres y mujeres con necesidad de esa medicina que se quedarán para la próxima semana porque se agotó lo que había entrado al almacén del establecimiento.

Señores, es que no hay respeto a las personas ni a sus problemas, adolecemos de sensibilidad ante la situación de otros, solo pensamos en nuestro bolsillo, nuestros gustos, nuestra pacotilla.

En las vías públicas aparece la lucha encarnizada que puede terminar en un desenlace mortal. Los vehículos, carretoneros, bicitaxis, ciclistas, transitan violando señales del tránsito, tratando de ponerse delante del que espera turno para cruzar una vía complicada, gritándose improperios de ambas partes. Luego aparecen los peatones que aunque resultan los más vulnerables son los más arrogantes en la vía. Transitan ensimismados, cruzan sin mirar, abandonan las aceras y cuando alguien los requiere miran al conductor como si tuviera la culpa de sus desgracias. No existe respeto al tránsito, a las leyes, a las señalizaciones, y en este caso si se juega con la muerte.

Debemos comenzar por lo más fácil: las normas elementales de educación y luego ir rescatando poco a poco los demás patrones de convivencia.

En las calles me impactan los buenos días que me desean algunas personas. Aún sin conocerlas agradezco sus sonrisas.

Los cubanos somos joviales, hospitalarios, calurosos, no podemos dejar que nos abrume la vida y perdamos nuestra esencia. No podemos permitir que nuestros hijos, el futuro de la nación, continúen aprendiendo de nosotros la dureza e insensibilidad de los momentos difíciles porque eso será lo que con sus amigos practiquen. Luego llegarán los peinados raros, los tatuajes, la moda; sin embargo, el corazón y la mente permanecerán vacíos.

Volvamos a las raíces de donde nacimos, a nuestros ancestros, esos campesinos poco instruidos y bien educados que preferían dar su casa a un caminante, antes que faltar a las normas más arraigadas de solidaridad y buenos sentimientos, que vivían del fruto de su trabajo duro pero honrado y eran incapaces de robar nada a nadie.

Ni somos leones, ni somos monos, somos individuos llenos de buenas intenciones que vivimos alejados de la selva. Existimos en comunidad y debemos comprender que todos somos necesarios. Debemos respetarnos porque no es importante solamente lo que a nuestro estómago llevamos y con qué cubrimos nuestro cuerpo. Es imprescindible con lo que llenamos nuestro corazón y se lo llenamos a nuestros hijos.
Salgámosle al paso a esos aprovechados sociales, mostrémosle que en esta Cuba existen valores morales y cívicos. No tengamos miedo, ellos están de más.

viernes, 13 de diciembre de 2013

BESTIALIDAD IMPUNE

Como cada mañana, muestra la cara triste. Amarrado desde temprano a ese árbol, para él, siniestro. Aunque siniestro no es el árbol, sino el amo, porque el primero le ofrece un lugar para guarecerse cuando el sol abrasa; y el segundo, solo una cadena desde el amanecer hasta la noche, cuando lo recoge y lo confina a un rincón.

Nunca he visto una lata con agua a su lado, y menos con alimentos. Duele no contar con una ley que sancione ese proceder salvaje y quede el campo libre a quienes cometen actos tan inhumanos que intentan opacar la pasión de otros que sí los cuidan y protegen con amor.

En 1978 se emitió la Declaración Universal de los Derechos del Animal, más tarde aprobada por la UNESCO. Sin embargo, Cuba no cuenta con una ley que los ampare. La falta de una disposición legal deja sin castigo tales actos de crueldad. 

Muchos fenómenos se aprecian al interior de los hogares. Los niños simpatizan con las mascotas, pero algunos adultos inculcan en ellos numerosas barreras que los deben separar. Están los que compran un animal doméstico como premio por las buenas notas o por poseer un ejemplar de raza como símbolo de su alto poder adquisitivo.

En cualquiera de estos casos el fin de muchas de las historias es el animalito preso en el patio o en la placa, bajo lluvia, sol o frío, como si no necesitara amor, alimentación, techo.

Más tarde, llegan las vacaciones y válgales a ellos, perritos o gaticos, que en el barrio exista un alma caritativa.

Después aparece la procreación, por irresponsabilidad de sus amos, pues antes que la sencilla práctica de la esterilización, prefieren arrojar las crías a la calle, a veces también acompañados de sus progenitores, en un acto cruel y degradante, como manifiesta la Declaración Universal.

Y es ahí donde comienza la tortuosa cadena de infortunios hasta la muerte del inofensivo ser. Patadas, «graciosos» que amarran a sus colas un amasijo de latas y los hacen correr desesperados durante horas, golpes de autos, enfermedades, desnutrición.

Así, en las calles, esperando el momento de la muerte, aparece tirado el mejor amigo del hombre, o un gatico, animales domésticos necesitados del abrigo de los humanos, de su protección y de sentirse amados.

Cada año, el Departamento de Zoonosis, en nombre de la salud poblacional, recoge en las calles aproximadamente 4000 perros sin hogar. En ocasiones, las prácticas no son las más adecuadas, pues la búsqueda y captura se convierte en show desgarrante. También existe el envenenamiento en masa, un proceder que solo se justifica en caso de epidemias, pero que hemos vivido y no precisamente por esta única razón.

¿Los sueños?, muchos. ¿Los resultados?, pocos. Ramón Rodríguez Limonte, miembro de la Sociedad Protectora de Animales, ha inventado refugios, ha promovido campañas de vacunación y esterilización con ayuda de amigos veterinarios, ha conversado con las personas, pero no siempre sus buenas intenciones fructifican.

Mientras las instituciones implicadas en el cuidado de los animales actúen divorciadas, mientras no entendamos que el respeto del hombre hacia estos seres está ligado al respeto entre los hombres, mientras se cometan genocidios, biocidios, actos de desprecio a sus derechos, y no haya una ley en Cuba que condene estas atrocidades, habrá que esperar un milagro para cambiar la actitud bárbara de nuestros coterráneos.

Ojalá esta denuncia no llegue solo a los que amamos la naturaleza, sino que trascienda, y los salvajes se avergüencen de encontrarse retratados en ella.

Mientras llegue una ley que los ampare, no podemos permitir que detrás de actos de amor desinteresados haya tantas manchas que coloquen al hombre como un ser más irracional que los propios irracionales. 

Tuvo razón Mahatma Gandhi cuando dijo: «La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por la forma en que son tratados sus animales».

martes, 3 de diciembre de 2013

LA ETERNA Y SABIA MIRADA DE UN AMIGO

Jorge Garcia Sosa, el inolvidable amigo y colega

Por: Rayma Elena Hernández

Los manuales recomiendan dejar reposar las emociones antes de escribir; pero esta vez la vida -digamos la muerte- impuso un cierre apresurado al periódico Vanguardia. Y en horas de la tarde del domingo 1º de diciembre, ya no fue posible prorrogar más la indeseada escritura de este adiós al colega y amigo Jorge García Sosa.



Aun así, mi verbo intenta obedecer lo que tantos teóricos han dicho. Solo que ninguno podría precisar cuántos minutos, horas, semanas, meses, años… son necesarios para que el sentimiento se empoce y no fluya hecho palabras por estas cuartillas, que ya extrañan la mirada sabia de nuestro Jefe de Redacción.

Al doble riesgo me someto. Aunque algunos me consideran con ventaja, porque todavía creen que en la exacta correspondencia entre el tiempo compartido y el cariño, y el mío -dirán- es solo de 16 años.

Es cierto que ni siquiera conozco aquel pueblo, General Carrillo, donde nació el 10 de diciembre de 1951. Tampoco lo vi marcharse a una beca para convertirse en bachiller ni nos sentamos juntos en un aula de la Universidad de La Habana. Yo era muy niña cuando llegó a Vanguardia convertido en periodista, y no puedo imaginármelo solo con algunas canas, como lo describen quienes aseguran que a él las canas y la sabiduría le llegaron de manera prematura.

Tampoco viví la Era del Plomo, cuando fue un joven Jefe de Información en un periódico al que diariamente había que saciarle su apetito noticioso. Falté a aquella aventura digital que inició cuando la vieja rotativa quedó muda, e hicieron falta mentes siempre abiertas como las de Jorge, para asumir una nueva tecnología de impresión.

Yo lo conocí mucho después de que lo bautizaran como el Policía del idioma, y comprendí la justa dimensión del calificativo al ver que al mismo tiempo diseñaba gráficamente mis trabajos y me ayudaba a (re)diseñar mi mediana escritura.

Por sabio, él era jefe sin cargo de todo, cuando, por nomenclatura, llegué a la jefatura de Redacción. Y comencé a buscar su cercanía, quizá, porque quise aprender a criticar y a ser severa en los juicios sin herir; porque necesité aprender más, para sugerir y no imponer; porque debía mantener la serenidad y el buen carácter hasta en los más incómodos contrapunteos con mis colegas; porque ansiaba ser jefa no solo por plantilla, y periodista no solo por un título.

Y surgió la amistad, porque, también, mis nuevos amigos eran amigos de Jorgito. Desde entonces, ya nunca me permití saltarme un 10 de diciembre en el calendario festivo ni ausentarme en sus momentos difíciles. Así como él nunca faltó, ni faltará, a cada uno de nuestros buenos o peores días.
Jorge, junto a la autora y la correctora María Elena Díaz, en uno de sus cumpleaños.
Por eso, hoy que la vida impuso este indeseado cierre periodístico apenas unos días antes de su 62 cumpleaños, me niego a aceptar que solo el tiempo sea el medidor exacto de tantas emociones negadas a empozarse. Procuro dejarlas reposar, pero la cuartilla espera... Entonces, solo dejo correr palabras, oraciones, párrafos... Simplemente escribo, con la certeza de que, transcurridos días, meses, años... , mi aún mediano periodismo siempre encontrará una mirada sabia y serena que lo haga crecer.

miércoles, 23 de octubre de 2013

¿FURIA DIVINA O INSENSATEZ?

«El diablo se enfureció y mandó los poderes contra ellos, solo sintieron un fuerte estruendo y los enterradores dicen que fueron a la tumba con los pelos de punta».


- Oye, deja la bobería que aquí no hay diablo, ni muertos. Vamos a aprovechar el aguacero que está riquísimo. 

Achacándole a las leyendas el verdadero efecto de estos fenómenos atmosféricos, la mayoría de la población muestra total irreverencia ante las tormentas eléctricas y tan solo tapan sus oídos para no sentir el molesto estampido, que cuando se escucha es porque la descarga que mata, ya pasó.

No apuesto por la brontofobia, temor patológico a los truenos, relámpagos y tempestades, pero sí creo que un tilín de susto hace falta en aquellos que como si nada retan a Zeus, y no se dan cuenta de lo letal de las armas del poderoso padre de los dioses.

Más de 60 personas fallecen anualmente en Cuba, víctimas de descargas eléctricas, convirtiéndose esta en la primera causa de muertes por eventos atmosféricos.

En Villa Clara, según cifras del Departamento de Estadística de Salud Pública Provincial, en el primer semestre del año 2013 murieron 2 personas por fulguración. Para algunos no resultará significativo hasta el día en que la suerte se quede dormida, no los acompañe y pasen a engrosar la lista de los occisos. 

Estos fenómenos atmosféricos, que en la historia han sido atribuidos a la ira de los dioses contra los malos pasos de los humanos, realmente tienen un basamento científico. Según el Dr. Aldo Moya, especialista principal del departamento de Pronósticos del Centro de Meteorología de Villa Clara, la descarga eléctrica está compuesta por lo que las personas le dicen relámpago y lo identifican por la luz, y el trueno, que es el sonido que se escucha. 

«Las nubes tienen cargas eléctricas positivas y negativas que, al interactuar, originan una descarga en forma de chispa. Suceden como resultado de la diferencia de potencial eléctrico y pueden ocurrir dentro de una misma nube, entre nubes diferentes o entre una nube y la tierra».

Las leyendas no han faltado y mucho menos las historias de los ancianos acerca de sus costumbres para estar protegidos de los rayos y centellas. Dictan tapar los espejos, no asomarse a la ventana, permanecer acostados lejos de cualquier elemento metálico y, aunque pueda parecer exagerado algunas medidas se deben respetar.Los meteorólogos explican que cualquier lugar es propicio para una descarga eléctrica, eventos característicos de los meses entre mayo y octubre. Los campos constituyen las zonas más peligrosas pues son terrenos desiertos donde se encuentran varios puntos altos que buscan los rayos como canal para llegar a la tierra. 

Es falso que los espejos puedan transmitir el relámpago, pero los teléfonos sí, están conectados por cables a un poste que puede servir de pararrayos. Además son una amenaza para todos los equipos eléctricos.

«En medio de una tormentas, si estamos en el campo, no debemos estar cerca de árboles, y sí adoptar una posición en la que seamos el elemento menos alto del sitio, evitar estar mojados. No debemos permanecer en el mar cuando haya tempestad ni bañarnos en aguaceros mientras truene ya que el agua de lluvia es un perfecto conductor de la electricidad. Los radioaficionados deben tomar providencia con sus antenas”, acotó el Dr. Moya Álvarez.

«Existe un método básico que pueden utilizar las personas para su protección: contar los segundos entre la luz y el trueno, esta cifra multiplicarla por 340, que es aproximadamente la velocidad del sonido en metros por segundos, y el resultado ofrecerá la distancia aproximada en metros a la que te encuentras de la tormenta. Una medición continua, en un período de tiempo, puede brindarle también a la persona si la tempestad se aleja o se acerca».

Las descargas eléctricas son la razón principal de muertes por eventos atmosféricos en Cuba y es innegable la poca percepción de riesgo que tienen los cubanos sobre un fenómeno tan peligroso. Los jóvenes cometen locuras mientras está tronando. Consideran a los truenos tonterías o supersticiones. 

En estaciones como estas las autoridades competentes deberían crear estrategias de educación para el pueblo de la misma forma en que se logró la cultura sobre huracanes, sucesos igual de peligrosos pero que no suman tantos decesos en la población.

Los medios de difusión masiva deberían encargarse de divulgar lo relacionado con descargas eléctricas, perjuicios que entrañan, historias reales, pues con la reiteración las personas asimilarán los consejos en algún momento.

Indiscutiblemente tenemos vasta cultura sobre huracanes; pero nos falta mucho acerca de las descargas eléctricas, que van más allá del consejo reiterado: «Niño, sal del agua cuando empiece a tronar», sobre todo para la juventud, que debe aprender que contra la naturaleza nadie puede.No es cuestión de dioses bravos, ni de cuentos del campo donde vivió por muchos años la abuela, es combinación de experiencia y peligro. Las tormentas eléctricas no son caprichos de la superstición, son actos de la naturaleza con los que no se puede jugar porque entonces echaremos rayos y centellas por la boca.